jueves, 11 de diciembre de 2008

Piedras en el camino espiritual.




E
stas reflexiones sobre el tema del camino interior, o espiritual, o proceso terapéutico, pretenden abrir puertas, acercarnos a un pensar diferente. Son fruto de mi propia experiencia y no buscan sistematizar el tema de una forma congruente.

En esta era cognitiva ya se tiene bastante asumido que uno de los pilares de las tradiciones, la realidad, es la realidad de cada uno tal como el sujeto la construye en su interior (idea ahora usada hasta para vender cervezas).
Este paradigma centra el poder en el sujeto que posee la capacidad de cambiar su forma de interpretar la realidad.

La idea de cambio es la clave de todo proceso espiritual, querer ser más y mejor, o sufrir menos. Por un lado buscamos el cambio de lo que somos por un modelo interno en base al yo ideal, lo que nos gustaría ser, o al ideal del yo, lo que deberíamos ser. Por otro lado, buscamos el cambio por un modelo externo, un maestro, terapeuta, o el comportamiento ejemplar que sugieren los textos sagrados.

La no aceptación de lo que descubrimos en el panorama vital ( límites, muerte, dolor), es la principal huída hacia el cambio. Huída perfectamente comprensible. El cambio necesita modelos y es la desorientación la que nos remite a modelos externos. Y no porque los modelos externos sean buenos en sí mismos.
Es posible que la gente piense: aprendo mucho con sus charlas, me ha ido muy bien tal práctica. Pero en el fondo lo que valoramos y nos alivia es depositar la confianza en otro, confiar en que el maestro sabe, en que la tradición no se equivoca. Eso sí, el bienestar es real. Todos vamos buscando algo con lo que sentirnos mejor. ¿Pero es eso un camino espiritual?

El tema de las prácticas también da mucho que hablar. Las respiraciones forzadas, los giros, inmovilizaciones, cantos, incluso las drogas, muchas veces son confundidas con vías de acceso a estados de conciencia alterados que son propios de lo espiritual. A través de estas prácticas se consiguen momentos de ver las cosas con más claridad, de acceso a sentimientos oceánicos asociados con estados de iluminación, estados de éxtasis o emocionales que quizás no consigamos de otra forma. De algún modo nos dan un poquito de ese paraíso prometido en los cuentos, en las películas, que de ese modo nos parece más cercano. (Anhelo de un pasado construido con recuerdos buenos). ¿Pero realmente cambia algo en nosotros?

No hay que confundir chuparse el dedo con comer. Las prácticas son medios para romper estructuras y hábitos que nos limitan pero que también nos conforman (identidad). El valor de las prácticas está en sus consecuencias a largo plazo. La satisfacción inmediata (de chuparse el dedo) no puede remplazar la necesidad de comer y el enfrentarse al mundo para conseguir esa comida. En algunos monasterios taoístas aceptan la entrada de un candidato una vez ha hecho fortuna. En la India se entiende el proceso del camino espiritual en la última fase de la vida, una vez criados los hijos.

En occidente la espiritualidad se vende fácilmente a la gente joven o inmadura. Ante la dificultad de construir una identidad, problema psicosocial muy actual, las promesas fáciles y atractivas son el mejor señuelo.

El placer después de cualquier técnica se equipara con el placer de tomar una coca cola, se puede haber llegado a ella por sugestión y estar en peligro de adicción.
Toda práctica necesita de una elaboración de las emociones o cogniciones que nos presenta como nuevas, elementos extraños a integrar en la identidad del sujeto.
Cabe denunciar la poca conciencia y respeto que existe sobre este tema. Se le da más valor al efecto inmediato, sugestivo y prometedor que a las consecuencias a veces peligrosas de estos procesos que por un lado tienden a desestructurar, con los posibles desencadenantes psicóticos y otras veces a reestructurar de forma rígida (sectas).

Muchas veces se parte de un mito, matar al ego. En los casos más suaves el mito consiste en desenmmascarar los engaños del ego. Es un tema confuso que polariza en nuestro interior dos seres, uno más espiritual al que se le asocian los buenos momentos y un ego como la parte oscura que hay que cambiar. Este mito del ego es una forma metafórica de las luchas internas, motores de nuestra construcción como personas. Es a través de querer ser lo que no somos que nos construimos. Es en ese momento que la identidad va adquiriendo una forma más precisa, cuando va apareciendo un sufrimiento enquistado y oculto, no el padecer dinámico del adolescente que saborea ciertos triunfos.

El adulto ya ha armado su defensa (identidad, carácter, hábitos, a veces precariamente) y su defensa le ha limitado. El ego se tiende a asociar con ese aspecto defensivo y limitante olvidando que el ego somos nosotros. No hay unas rejas que retienen nuestro potencial de ser mejores. Nuestro potencial es nuestro ego. Tan solo reconociendo esa unidad interna, aceptando nuestros actos, puede llegar algún cambio (no buscando el cambio).

En los ambientes espirituales se dan estas polaridades del yo-tu evolucionado (ideal) frente al yo-tu no evolucionado (ego) Por mi experiencia estas contradicciones de los procesos de crecimiento personal son alimentados interesadamente (aunque inconscientemente) por los maestros o terapeutas de la espiritualidad. En este orden cosmológico tener seguidores nos hace subir escalones hacia la perfección, generando una gradación, empezando por los comunes, pasando por los discípulos y llegando a los maestros. A veces la cuestión es tener un maestro o inventarlo para no ser un común.

Estos son algunos de los pensamientos que me surgen. Son muchas las dudas que aparecen cuando analizamos estos temas. Con la experiencia cada uno se da sus respuestas.

Si alguien ha conseguido seguirme en esta serie de denuncias se preguntará si yo creo en el camino espiritual. La respuesta es que sí, por supuesto que creo, creo en la intención honesta e inocente de los que buscan estar mejor y en la oferta sensata y consecuente con sus propias necesidades de los que ofertan plazas en el camino de la evolución. Cada uno con su camino. Gráficamente es un problema de peso, ¿qué pesa más a la larga, lo que gano o lo que pierdo? La cualidad del ser humano es la inteligencia "la capacidad de anticiparse a la experiencia".
Estamos en la era cognitiva, hoy construimos la realidad de que cada uno construye su propia realidad.

Xavier Coll.
http://www.concienciasinfronteras.com/

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