viernes, 14 de septiembre de 2012

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La escuela demanda un nuevo escenario emocional


Cuanto más compleja se hace la sociedad, más necesita, para mantenerse equilibrada, instruirse para reconocer y tratar bien las emociones. Saber comunicar la semántica y la sintaxis de las emociones es una capacidad y una sensibilidad ineludible para aquel que desee ser un co-protagonista, atento, crítico y responsable en el escenario del mundo del siglo XXI. 
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Las emociones, decía Gregory Bateson, son informaciones parciales de campos transaccionales. Para entenderlas, debemos ver la danza completa, el cuadro dialógico completo. Debemos ver las reacciones a las reacciones de las reacciones, esto es, la circularidad. Las emociones son siempre el resultado de concertaciones a muchas voces.

La envidia maligna es un paso de la danza más global envidia-altanería; no podemos sentir envidia maligna sin atribuir arrogancia, presunción, altanería, al compañero del intercambio transaccional. Pensad en cuanto habéis sentido un arranque de envidia rencorosa por el éxito de una colega y os habéis percatado de que esta reaccionaba con modestia a su éxito. Os habéis quedado mal. Quizás habéis sentido hacia ella una hostilidad todavía mayor, o quizás os habéis apresurado a cambiar la danza. Dabais por descontado que en ese caso había que bailar el tango y en cambio ella bailaba el vals. Es así como, emocionalmente hablando, ¡nos pisa los pies! Está claro que no hay nada determinado, que siempre puedo elegir.
Pero para hacerlo, debo haber explorado el arco de las posibilidades, debo saber que existen otras danzas. Gran parte de la tristeza, del clima recargado que se sufre en la escuela, se debe al hecho de que en ella se consienten y cultivan arcos emocionales demasiados estrechos, sofocantes. Para cultivar arcos emocionales más amplios, se necesita el toque del sentido del humor. Pero este es el tercer y último punto, que concierne a una epistemología sistémica, capaz de considerar a la realidad una construcción social a más niveles lógicos, ninguno de los cuales concluye en sí mismo.

Es la epistemología indispensable para afrontar el tema del saber de las emociones. Si uno me da un puñetazo, me está mandando un mensaje del tipo: “jugamos a luchar” (también puede ser un juego doloroso o mortal…). Y entonces debo saber que cuando yo también respondo con un puñetazo, en un nivel me estoy oponiendo, en otro estoy colaborando. Me he dejado implicar en la danza que el otro proponía con el puñetazo.

Por otra parte, si no reacciono y me hago la víctima, no me sustraigo a ese juego, simplemente estoy colaborando para concluirlo muy deprisa, en favor de otro juego: el de la víctima y el verdugo. Hemos jugado y él ha vencido. El único modo verdadero de no colaborar es inducir al otro a cambiar de danza. Nunca es fácil, pero es relativamente más fácil si soy consciente de que el otro no puede proseguir en su juego, en su danza, sin mi colaboración. Esta consciencia (que implica la actitud que llamo “con sentido del humor”) está en la base de todos los tratados sobre la gestión creativa de los conflictos. Y también en el origen de las técnicas de Gandhi la no violencia, que sería muy útil poder estudiar en la escuela.
El establecimiento de cada estructura social implica el establecimiento de danzas en las que todos lo miembros, de una forma u otra, colaboran. Algunos dando puñetazos, otros haciéndose las víctimas. En el rechazo del protagonismo de iguales, en nuestra escuela, podemos colaborar tanto saboteándolo como dejando que cada uno haga lo que quiera. O bien podemos cambiar nuestra danza e inducir a los otros a que cambien su danza.
Puedo reaccionar al éxito de una colega con envidia maligna… ¿o bien? Al contrario que la envidia maligna, dentro del sistema vigente, no hay envidia benigna, sino cortesía. Reaccionando con hastío o con adulación, contribuyo a reproducir el juego “tu elevado –yo rebajado”. En cambio, con la envidia benigna nos proponemos a nosotros mismos y al interlocutor cambiar el juego. Esta es la gestión creativa de los conflictos. El cambio de las estructuras y de esa parte de nuestra personalidad es lo que invertimos en la vida en la escuela. 
En un periodo de cambio las emociones anteriormente descritas están firmemente en el centro de atención, precisamente porque, de forma característica, en el intercambio hay gente que toma iniciativa, que es elogiada, que revisa el valor de lo que estamos haciendo. Para gestionar con gentileza este proceso es necesario tomarlo y tomarnos con sentido del humor. 
Termino poniéndoos una fórmula: saber de las emociones + toque de humor = arte de escuchar. El arte de escuchar es el recurso y la característica principal de una autorreforma gentil.http://denkomesa.blogspot.com.es
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