lunes, 25 de enero de 2010

Adivinanza...



El sonido profundo del océano,
esta en el caracol
o en lo profundo de tu Alma...
???

viernes, 15 de enero de 2010

Hay un tiempo...



Para la quietud, para la no reacción..
Para usar la memoria..
Para el análisis..
A que estamos sujetos...
Aque estabamos sujetos...


viernes, 8 de enero de 2010

Maestro...



Como se le habla a un Maestro Budista sobre emociones?....


Maestro, que alegria siento cuando encuentro el camino.



Zen..




“En el verdadero yo, están los demás.”


http://www.denko.es/

LOS VENENOS SON TRES...

LOS VENENOS SON TRES

Por Denkô Mesa

Si nos remontamos atrás en el tiempo y observamos el camino recorrido por el hombre, si buscamos con detenimiento cuándo comenzó a dar sus primeros pasos como ser consciente, como ser capaz de verse y sentirse a sí mismo y vivir acorde a la realidad que lo rodeaba, si analizamos cuándo dejó a un lado sus proyecciones y renunció a buscar en las explicaciones mágicas, míticas, racionales, o incluso en las divinas, el esclarecimiento de su devenir en este mundo ilusorio, observaremos que fue muy pronto cuando constató que padecía de una extraña dolencia: también se sentía como un ser infeliz.

Sus actuaciones, su comportamiento cotidiano (para consigo y para con los otros) su manera de hablar, moverse, pensar y reflexionar, estuvieron marcados desde bien temprano por los denominados Tres Venenos (en sánscrito klesha) a saber, su capacidad para odiar, apegarse y, en definitiva, dejarse llevar por su propia ignorancia. Estos tres aspectos son connaturales a su existencia.

Fue un ser humano, Shidharta Gautama, nacido hace más de dos milenios en el norte de India (Kapilavastu) el que pondría nombre, método y solución a este padecer. Tras ejercer rigurosas prácticas de ascesis y saborear las distintas posibilidades que le ofrecían los religiosos de su época, encontró, sin embargo, un camino de conocimiento que trascendía y superaba lo hasta entonces experimentado.

Así, tras largas jornadas de meditación sentada y serena reflexión, alcanzó un estado al que podríamos considerar como “salud total”. Esta experiencia, liberadora del sufrimiento, la compartió inmediatamente con aquellos que se acercaron a sentirlo por sí mismos. Desde entonces, esta enseñanza se sigue transmitiendo de igual a igual, de ser a ser.

El Budha enseñó que los venenos son tres: la avidez, el odio y la ignorancia.

El apego se encuentra fundamentado en un sentido extremo de poseer algo; lo reconocemos como una identificación mental y emocional obsesiva hacia algo o alguien, un impulso ávido que niega absolutamente la idea de la impermanencia. Para la persona que desea y trata de perpetuar eternamente sus anhelos, todo aquello que impida este propósito se manifiesta mediante formas de enfrentamiento o evasión. Así, ante los impedimentos, el individuo actúa generalmente de manera impulsiva e irresponsable pues trata de obtener, sea como sea, y usando todos los medios a su alcance, cualquier ansia personal que satisfaga sus supuestas necesidades.

Por ello, para conseguir los objetos del deseo, el ser humano articula diversas artimañas y estrategias que, a lo peor, acaban generando daño y dolor en los otros.

Por otro lado, hemos de admitir que el “yo” tampoco acepta la realidad de la interdependencia y defiende a toda costa su autoimagen generada (apego) a través del rechazo del otro (odio). Esta es la ceguera de nuestra ignorancia.

El Budismo enseña, sin embargo, que existe una posibilidad de superar el apego basada en el dar por dar. Esta forma de ser y actuar también es connatural al hombre y se manifiesta cuando experimentamos conjuntamente la humildad y la compasión. Así, en el momento en el que somos capaces de ser verdaderamente útiles para los demás (y para nosotros mismos) a través de pensamientos, palabras y acciones favorables (karma) estamos propiciando la emergencia del antídoto de este primer veneno denominado deseo.

Según nuestra tradición, el segundo veneno es el odio, entendido como un rechazo visceral y emocional que sentimos contra algo o alguien, un impulso obsesivo que puede convertirse, incluso, en dañino, sea cual sea el aspecto que nos aparte de aquello que creemos nos hará felices.

El odio es un impulso ciego y arrollador que, en muchas ocasiones, genera una verdadera fuerza destructiva allá donde depositemos nuestro rechazo (véase, como ejemplo reciente, el último atentado de Madrid del 11M) La cólera, la ira, el insulto y demás actitudes emocionales radicales, relacionadas con el odio, son evidentemente posturas extremas que acaban generando conflicto y destrucción en nuestras relaciones.

¿Cómo debemos actuar, pues, ante hechos cargados de odio y resentimiento? De forma compulsiva no. No debemos fomentar más límites y fronteras. Como ya hemos visto anteriormente, la separatividad es un mecanismo de autodefensa del ego que se apega a sus propias identificaciones y rechaza, a través del odio, lo que ilusoriamente se plantea como fuera de él.

Todo esto es motivado por la permanente ceguera en la que nos hallamos, la ignorancia. Este es el tercer veneno. Bajo el velo de nuestro oscurantismo, entendido sencillamente como una falta de claridad a la hora de percibir, solemos actuar de forma confusa.

La mente es muy activa. Cuando elige estar separada, elige percibir. El mundo que vemos bajo la mirada de las percepciones es siempre manipulable, incluso dañino, pues la manera que tenemos de ver las cosas acaba oscureciendo la naturaleza real de las mismas ya que siempre las interpretamos, a nuestro gusto, en detrimento y daño de los otros.

Necesitamos corregir esta idea de sentirnos y creernos separados. El Budismo enseña que nuestra felicidad radica en la desidentificación con aquello que nos creemos ser. Cuando disolvemos la ilusión de la identidad en el yo, surge naturalmente la experiencia de la sincronicidad. La naturaleza dualística del pensamiento es la raíz de nuestro sufrimiento. Esta experiencia de desidentificación es la esencia de toda sanación.

Por lo tanto, es la mente cegada por la ignorancia la que traza fronteras y límites ilusorios que generan dolor y sufrimiento innecesario. La práctica del Budismo Zen tiene como fin transformar estos tres venenos en sus antídotos correspondientes. De esta forma, a través de la práctica perseverante y del desarrollo adecuado de la atención consciente, va surgiendo la SABIDURÍA (entendida como disolución de la ignorancia), la ECUANIMIDAD (esto es, la serenidad mental y emocional que permite la disolución de los apegos) y la COMPASIÓN (o disolución de la cólera y el odio)

Saber es tener certeza pues el conocimiento no está sujeto a interpretaciones; es un hecho experiencial idéntico y generalizado para todos. Más allá de la percepción no hay juicios. Juzgar esto o lo otro, de esta o de aquella otra manera, es un mecanismo del sujeto (subjetivo) Los juicios siempre entrañan rechazo. Juzgar implica que abrigas la creencia de que la realidad está a tu disposición.

Cada uno debe identificar su propio conflicto interno, sus mecanismos de manipulación y acceder a una actitud contemplativa de no violencia, un estado desde el cual se permita tener una visión íntegra, armónica y global del todo.

Es la práctica de la paciencia la que evita toda agresión. Éste es el principio de la No Violencia. En estos momentos de dolor compartido, pongamos algo de paz en nuestras mentes y abriguemos con tranquilidad, al amparo luminoso de la conciencia, los antídotos de los Tres Venenos.

Que así sea, por el bien de todos los seres.


http://www.denko.es/



Todavía no he limpiado las flores del patio

pero para ti, amigo,

la puerta del jardín está siempre abierta.

Eres bienvenido.


lunes, 4 de enero de 2010






Es inútil querer alcanzar la verdad,

basta con disolver la ignorancia.



La verdad no es algo que pueda ser alcanzado. No es un trofeo ni un objeto. Nadie puede poseer la verdad porque la verdad es la Vía. La Vía es la Vida y nadie puede poseer la Vida. Somos parte de la Vida, somos la Vía, somos la Verdad de lo que es. Cuando se disuelve la niebla que lo ocultaba, el bosque aparece en la plena verdad de lo que es. Cuando la niebla creada por las fabricaciones mentales se diluye, el verdadero aspecto de la realidad aparece. La Verdad es inatrapable, la Realidad es inasible. Somos la verdad de lo que somos, somos la realidad que somos. Somos lo que somos pero no podemos poseernos a nosotros mismos. Y menos aún podemos poseer la Verdad de la Vida. Una ola no puede alcanzar ni poseer el océano, sin embargo, es océano. Cuando la ola cesa de querer alcanzar o poseer, su ignorancia se desvanece. Sólo entonces se despierta al hecho de ser océano.


¡Son las doce...







Sabio taoísta meditando
Sumie de Annette Burnotte




Están a punto de dar las doce de mediodía
y aún no he hecho nada útil.

Me he dejado dormir
hasta que el sol de la mañana llamó
directamente a mis párpados
tras asomarse sobre la colina
e iluminar con su resplandor
las motas de polvo que flotan en mi cuarto.

Desde la ventana he contemplado el bosque radiante
y he visto que el mundo no me necesitaba hoy para salvarse.
Así que he remoloneado un rato
siguiendo el arte de no hacer nada.

Son ya las doce de mediodía
y sigo sin hacer nada.

Ni siquiera he fregado los platos de la cena.
No he hecho la cama,
ni he firmado aún ningún manifiesto anti algo.
No he mirado mis valores en Bolsa,
ni he preparado discurso alguno,
no me he cepillado los dientes
y permanezco todavía macerado
en el olor animal de mi sudor nocturno.

Estoy sin afeitar,
con un calcetín de cada color,
y ni siquiera he entrado en facebook.

No he pensado en la crisis económica,
ni en el calentamiento global,
ni me he enfurecido aún contra la última canallada del imperio.

Hoy no tengo cuerpo para salvar el mundo.

No necesito manufacturar ni comprar ningún objeto.
No siento avidez de entretenerme con el último espectáculo.
Ni siquiera tengo ganas de leer el periódico,
ni espero que suene el teléfono abriendo
insospechadas posibilidades para el día.

Nada existe ahora más allá del murmullo del viento
en las copas de los pinos.
Nada, más allá del aroma del café mañanero
despertando mis glándulas olfativas.
Más allá del bostezo de Nimú, mi gato compañero,
no hay nada.

Absorto en el instante,
la dicha brota del no hacer,
no pensar,
no ser
siendo todo cuanto contemplo
en la inmediatez espacio
en el que me disuelvo.

Tal vez mañana no tenga más remedio que hacer algo,
pero hoy,
ahora,
pasadas ya las doce,
sigo embelesado
en un espacio sin tiempo.

Es domingo.

La realidad se basta y se sustenta a sí misma
sin mi esfuerzo,
así que
simplemente
descanso en la paz de los muertos
con los ojos bien vivos
y el corazón plenamente abierto.

Dokushô Villalba


http://dokushovillalva.blogspot.com

domingo, 3 de enero de 2010

Algunos errores en la práctica de zazen






Dôgen Zenji enseñó: "Desde el comienzo de Zazen debemos descartar la relajación física y mental y la distracción".
Efectivamente, durante Zazen podemos caer en dos estados perniciosos para la salud física y mental y totalmente contrarios al estado de vigilia de un Buda.
Por una parte podemos caer en un estado de relajación física y mental caracterizado por una gran actividad inconsciente, muy cercana al sueño, y por una falta de tono muscular. Este estado es llamado konchin en el Zen. Es un estado de somnolencia, de falta de claridad. La vigilancia se empaña y la conciencia se embrutece. El cuerpo pierde tono, la cabeza cae hacia adelante, los dedos pulgares se desploman y las manos yacen inertes. La respiración se vuelve totalmente inconsciente y se abandona a su propio ritmo.
Este estado debe ser evitado. El mejor método para ello es volver a una postura corporal justa: estirar la columna vertebral, fortalecer el tono muscular y especialmente no dejar que los ojos se cierren.

Por otra parte, podemos caer en un estado de distracción, de dispersión mental. Este estado es llamado sanran en el Zen. Viene caracterizado por un tono muscular crispado y por una actividad mental muy excitada. Aparecen muchos pensamientos, muchas sensaciones, recuerdos, deseos... Esta es la actitud típica de los que piensan durante Zazen. A nivel corporal, la barbilla se escurre hacia arriba, los dedos pulgares también se encrespan y se tensan. Para evitar este estado debemos concentrarnos especialmente en una espiración larga y suave. Debemos depositar nuestra atención en el hueco de la palma de la mano izquierda y rehacer una postura corporal justa en general: recoger la barbilla y mantener la horizontalidad de los dedos pulgares.
Equilibrando nuestro cuerpo podemos equilibrar nuestra mente.

Dôgen Zenji enseñó:

"El Zazen del que yo hablo no es el aprendizaje de una técnica de meditación. Es el Darma de la Paz y de la Felicidad, la Practica-Realización de un Despertar Perfecto. Zazen es la manifestación de la Realidad Ultima. Las trampas y las redes del intelecto no pueden atraparlo. Una vez que hayáis comprendido su esencia, seréis parecidos al tigre cuando penetra en la selva y al dragón cuando penetra en el océano"


http://www.budismozen.es

viernes, 1 de enero de 2010


Un soporte Sí.
Un soporte con Memoria..
Pero que no se enciende ni con viejos ni con nuevos conflictos..
Ni por nuevas ni viejas circunstancias.

La Duda...



La Duda aún Duda..??
o está completamente segura de que Duda... ??
Hay lugar aún para un nuevo punto de vista.. ??
o se está en una Duda que no es Duda... ??


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